Ferdinand

eso es lo que dará de si este blog, ser catalán
-y conejero- instaldo imaginariamente
en tierras lanzaroteñas y de gustos mundanos

viernes, 1 de mayo de 2015

versículos

Parece que esto llamado arrayate un millo y su guardián -conejero catalán- no se proponen escribir aquí un diario, parece que con unas mínimas y muy limitadas lineas acerca de sus hobbies, de algunas de las novelas leídas en los últimos años o últimas décadas y hasta una generación, de sus quehaceres ajedrecísticos u cinéfilos, él, el guardián, ya tiene suficiente y de sobra. Desalmado porque es así y no puede escribir bastos libros ficticios de los que gusta consumir, redime su pena leyendo y releyendo y entre bastidores puede que si, que haya un día en que se proponga contarlo todo, todo lo demás que carece de importancia aunque anhela escribirlo. Por lo pronto haremos una excepción. Escribiré hoy, y quizá nunca más, un símil de mis andanzas, de un tiempo en que fui feliz y hasta ahora que sigo… curiosa manera la de leer a Rushdie. Allí entre camarones mejillones puntillitas y demás rezaba a Beckett, olas encabritadas pechos turgentes y nalgas estilizadas unas y macizas otras no me privaban de conocer a Molloy, a Malone y a gente de esa calaña, y Salman seguía, paciente, en su escondite; mi fetua particular con él. Se puso a la venda su nuevo libro, Joseph Antón y me agencie un ejemplar tan pronto como lo vi, intentando redimir mis pecados. Resultó ser una estupenda autobiografía de los años malos, de la fetua dictada por el ayiatolá entonces Jomeini. Me puse a leerlo y llegados al capítulo de la publicación de Hijos de la medianoche comencé a darme cuenta que mi cuenta pendiente con el no se saldaría hasta que leyera tal novela. Así lo hice la mañana siguiente, empecé a leer Hijos de la medianoche cuando aún leía Joseph Antón. A veces leo capítulos enteros de uno y seguidamente voy al otro y leo otro u otros capítulos enteros, solo a veces leo tres o cuatro páginas de uno y tres o cuatro páginas de otro y muchas tardes, o noches, leo cincuenta u ochenta páginas de Joseph Antón y cincuenta u ochenta páginas de Hijos de la medianoche. Aún hay más, en mi siempre aún hay más y afortunadamente, o desafortunadamente. Tiempo a he (re)descubierto el séptimo arte de autor o un tanto quisquilloso y aunque hoy me apetecía más de puños y espadas tarantinianas, para completar ese mundo indio me han descubierto al director de cine Ray y su tristealegre trilogía de Apu, me regocijo... eso es todo.





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